viernes, 28 de octubre de 2016

¿Será que empecé a ponerme viejo?
Por : Juan Abel Angélico

Hay muchas cosas que nos hacen dar cuenta cuando estamos envejeciendo, por ejemplo algunos empiezan a pensar como un viejo, cuando ven a esos muchachos con el corte de cabello "cresta de gallo" , teñidos de rojo, con sus cejas depiladas como se usa ahora y dicen que el corte a la romana era mejor, mentiras!! Y piden a los gritos que vuelva el servicio militar.
Otras personas se  agarran una rabieta cuando escriben, ksa por “casa”, kso por “queso” o q por “que” o peor baca en lugar de “vaca”, o lo que considero un sacrilegio,  mila en lugar de “milanesa” por qué!!!,  la milanesa para ser milanesa tiene que llamarse así.
A mí eso no me pasa,  no me enojo con esos peinados tipo cresta o cejas depiladas, confieso que no me gusta que le cambien el nombre a la milanesa, pero  eso sí que mis alumnos en una prueba no me escriban ksa ni kso y menos baca.
Otro síntoma es cuando algunos comparan sus tiempos con los actuales. Por ejemplo, dicen que ahora que todos prestan más atención al celular que su familia, que no se conversa ni se las mira. Imaginemos una familia desayunado, el papa con el celular, la mama poniendo manteca en la tostada del nene y la nena los dos de guardapolvo, ahora cambiemos el celular de la mano del papa, por un diario, ¿les parece conocida esa imagen?, tal vez ustedes eran ese papá con el diario o lo vieron en una telenovela de Andrea del Boca cuando era chiquita donde lo único que hacía era llorar. ¿Vieron que no es culpa del celular?, antes se decía del diario lo que hoy del celular.
A mí estos últimos días me pasaron  algunas cosas curiosas, junto con el deseo de mirar películas de cowboy por YouTube  seleccionando las mismas  películas que veía en  la función de matinée del cine San Martin las tardes de los Domingos , empecé a recordar cosas de la infancia, los juegos en el patio de mi casa, paseos en bicicleta, a mi padre llegando de su trabajo y esas tardecitas tomando mate en la vereda con mis padres y hermanos, o esas noches sentado en el umbral de aquella vieja casa de la abuela por  Juan Pujol y Salta, mirando una estrella que estaba al noreste, cuya luz producía un efecto similar a un parpadeo y cambio de colores, estrella de la que en ese entonces  me declare en forma unilateral su amigo y aun hoy, cuando levanto la vista la veo allí, y seguirá estando cuando yo ya no este, y fantaseo que la seguirán viendo mis hijos , nietos y bisnietos.

Me entra nostalgia cuando viene a mi memoria esas fiestas de fin de año cuando se juntaban mi padre con sus 9 hermanos con sus parejas y  mis primos, todos en aquel patio de cemento coloreado de rojo, bajo una parra y en una gran mesa.
Siento todavía el aroma de carne al horno, preparada por mi madre en la cocina de mi casa, desde temprano para llevar a compartir a la noche. Escucho todavía la voz de la tía Cata, anunciando la llegada de la ensalada de fruta.
Todas esas cosas maravillosas que nos transmiten nuestros sentidos, colores, aromas, bullicio de niños y voces queridas, todavía la tenemos guardadas en algún recodo de nuestro cerebro y vienen, no cuando queremos sino cuando necesitamos sentirlas.
Luego el tiempo pasó, nunca más nos juntamos bajo el parral,  muchos  nos fuimos de nuestro pueblo,  algunos se quedaron, otros como mi padre, mi hermano y  algunos tíos despacito se fueron con la abuela. Seguramente ellos ya estarán sentados en la gran mesa en el patio de piso rojo, bajo la parra del patio de la abuela, yo no estoy triste sé que algún día lejano, padres, tíos y primos nos volveremos a encontrar, esta vez para siempre. Si es así pido una sola cosa, me gustaría que cuando llegue ese día yo vuelva a ser un niño.
¿Será que empecé a ponerme viejo?.